Peregrinación a Tierra Santa
Haber participado de la peregrinación a Tierra Santa que
organizo la parroquia, es una experiencia tan profunda que parece una tarea
casi imposible poder reflejar en unos pocos renglones todo lo vivido. De todos
modos quisiera intentarlo porque me gustaría contagiarles a todos las ganas
de hacer este viaje maravilloso.
Antes de iniciarlo, fuimos convocados a unas reuniones
en las queempezamos a conocernos y a aprenderlo que significaba“peregrinar”a la tierra de Jesús. En uno
de esos encuentrosnos dijeron que íbamos a vivir “el quinto evangelio”,palabras que solo pudimos entender cuando el
viaje nos iba llenando el alma de nuevas experiencias.
Y empezó nuestra peregrinación. Llegamos a Nazareth,
recorrimos Cana, Cafarnaúm, Belén, Emaús, Betania, subimos al Monte Tabor, al
Monte de las Tentaciones,fuimos a Getsemaní, alCenáculo, y a muchos otros
lugares siguiendo los caminos de Jesús. Los nombres que siempre leímosen
el relato de los evangelios, dejaron de ser solo palabras para convertirse en
ciudades, pueblos, casas, caminos, todo empezó a tener otro significado porque
estábamos ahí.
Junto a la
gruta de la Anunciación, donde María dio su Sí, celebramos nuestra primera misa
y parecía que nada podía ser más conmovedor, pero nos equivocábamos. Al día
siguiente fue en Cana, donde los matrimonios del grupo renovaron sus promesas
matrimoniales, y al otro fue en un altar al aire libre en el Monte de las
Bienaventuranzas, y después en la Iglesia del Nacimiento y otro día en la
iglesia de la Visitación y así seguimos. Cada lugar elegido para las misas era
especial, compartíamos las reflexiones
emocionadas del Padre Fernandoy empezábamos a entender porque peregrinar por
Tierra Santa era vivir el quinto evangelio.
Hubo dos momentos muy significativos, uno cuando
navegamos el Mar de Galilea escuchando el evangelio y dándonos un tiempo de
silencio para la reflexión, y otro cuando junto al Rio Jordán renovamos
nuestras promesas bautismales. Nos sentimos muy unidos a Jesús porque su
presencia se hizo palpable en esas aguas.
Y caminamos por el Monte de los Olivos y después por la
Vía Dolorosa acompañando a Jesús en el
Vía Crucis. Un camino por las calles de la ciudad vieja de Jerusalén que
seguramente se pareció mucho al que hizo el Señor, decenas de negocios, gente comprando
y paseandoy solo unos pocos con El, hasta llegar al Calvario y al Santo
Sepulcro.Nos produjo a todos una fuerte emoción estar en esos dos lugares tan
importantes para nuestra fe: el Calvario y el Sepulcro
Nuestro viaje fue más
extenso porque después visitamos Jordania, Roma y Asís. Estuvimos en la
audiencia Papal, en las catacumbas, recorrimos San Pedro y otras
basílicas de la ciudad de Roma. Asís fue otra
experiencia increíble, San Francisco y Santa Clara fueron presencia en cada
rincón que visitamos de esa ciudad.
Y volvimos a Buenos Aires, con la certeza de que se
hicieron realidad las palabras del padre Vladimir, un sacerdote franciscano que
nos acompañó en parte de nuestra peregrinación: fuimos de Visitantes a Tierra Santa y volvimos Visitados por el Señor.
Este artículo fue escrito por la Sra Graciela Alonso, del barrio de Flores. También participaron gente de Avellaneda, Lomas de Zamora, Caballito, Belgrano, Almagro y Villa Urquiza . Eran 25 personas.
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